MATA REDONDA
Escrita y Adaptada por Eduardo Liñán
Fue en la secundaria cuando un viejo llamado Don Serapio el cual vendía elotes fuera de la secundaria, nos contaba historias acerca de su juventud. Tratando afanosamente de enseñarnos sobre la vida. Nunca le pusimos mucha atención, ya que era un viejo borracho y medio loco. Hasta el día que nos contó una parte de su vida en donde formaba parte de un culto satánico, en el cual había contactado a un demonio para concederle todo lo que deseaba y que además sabía de una mujer que vivía cerca de la escuela que se había vuelto rica gracias a esta secta y que una vez trabajó para ella de mozo en donde aprendió de ella, la cual era sacerdotisa del maligno durante las noches de luna llena.
Su historia comienza a finales de los ochentas, el personaje de esta historia es Rosalía Hernández una joven de 16 años que vivía cerca de la laguna de pueblo viejo y cursaba la preparatoria, había llegado de una comunidad cerca de La Laja en Veracruz y estaba de arrimada con un tío político que frecuentemente abusaba de ella sexualmente y la mandaba a trabajar recolectando desperdicios entre los vecinos para alimentar a los puercos. Se pagaba la escuela gracias a un trabajo de ayudante de cocinera en un restaurante de mariscos en La Ribera. Siempre harapienta y sucia, despreciaba todo, su vida, su escuela, su trabajo pero más en particular a su tío, en el fondo la chica deseaba huir de todo, sin embargo no tenía medios y menos dinero ya que el poco que le quedaba le era arrebatado por el ominoso hombre. Cada noche que se disponía a dormir miraba a las estrellas pidiendo el mismo deseo: Que su vida diera un giro.
Un día, caminando con su cubeta llena de desperdicios se le acercó una joven bien vestida, con zapatos de piel escrupulosamente lustrados y un vestido floreado medio transparente que dejaba ver su esbelta figura, de cabellos negros y de unos ojos grandes con una sonrisa maliciosa, le hizo plática.
Ella le contaba que pertenecía a un grupo religioso que ayudaba a la gente a superarse. La joven tenia un acento extranjero y un don de convencimiento muy notable, tanto que persuadió a la chica de dejar la cubeta y dirigirse con ella al supuesto templo de adoración y conocer al maestro. Ambas subieron un Crown Victoria negro el cual era conducido por un hombre grande de aspecto siniestro y se dirigieron con rumbo de Tampico Alto. Antes de llegar al pueblo se metieron en una desviación que los llevaría a una brecha de terracería, la joven de pronto sintió miedo y desconfianza y una voz interior le indicaba que había cometido un error. Estaba a punto de pedir que la dejaran bajar del auto cuando llegaron a una casa en medio de la brecha, era de madera prefabricada con estilo americano. En el patio había mucha gente esperando entrar a la misma y cuando llegó el auto se apartaron para dejarlo pasar, estacionándose cerca del porche de la casa, las dos mujeres bajaron del auto y se dirigieron al interior.
Al entrar la joven Rosalía sintió escalofríos, el lugar estaba semiobscuro y era iluminado por unos sirios de todos tamaños, en la paredes había inscripciones en lenguajes extraños, simbología salomónica y runas, en los techos colgaban candelabros forjados con unos extraños dragones que sostenían unas veladoras. En el fondo estaba un altar con una mesa grande llena de velas, incienso y recipientes de cristal con un liquido carmesí, sobre la pared estaba montada una estatua enorme de Baphomet con dos enormes sirios negros y unos hombres con tunica y encapuchados haciendo una especie de adoración. Al darse cuenta que estaba parada sobre un pentagrama labrado en la madera del piso, su instinto de conservación hizo que pegara un brinco y salir corriendo por donde entró, al voltearse para huir se topó con la figura de un hombre calvo, vestía una túnica negra con motivos rojos y una estola bordada con símbolos paganos.
La chica retrocedió y abrió los ojos con un gesto de terror y antes de que pudiera pegar un grito el hombre le decía:
-Se por que estas aquí Rosalía, yo se que es lo que más deseas. La chica al escuchar esto solo hizo un gesto de asombro y se dispuso a escuchar al hombre. -Yo te ofrezco la solución a todos tus problemas, se que sufres por las noches y le pides a alguien que te ayude, mi padre ha escuchado tus ruegos y estoy dispuesto a ayudarte, solo tienes que darme algo a cambio y mi maestro te concederá lo que le pidas.
-¿Mi alma?- Preguntó con miedo Rosalía -Claro que no amor, el alma es algo relativo y no nos sirve, para poder llamar a mi padre es necesario que hagas un sacrificio, y el atenderá tus súplicas, pero antes debes de ser iniciada en nuestra congregación – Dijo el hombre. La joven asintió y con un ápice de esperanza le dijo: -Estoy dispuesta a hacer lo que me pida Ya entrada la noche y dentro de la casa, se habían reunido varias personas en túnicas y capuchas alrededor del pentagrama, hacían oraciones en lenguajes extraños. La joven estaba en medio de ese circulo, desnuda y con los brazos extendidos. El maestro calvo estaba al pie de altar con una cabra viva en el, haciendo oraciones y preparaciones con aceites los cuales eran vertidos a una daga de marfil labrado. Al finalizar los rezos, apuñaló al animal en el corazón y la sangre comenzó a brotar a borbotones, el hombre llenaba una especie de cáliz, acto seguido se dispuso a cubrir con esta sangre a la chica, al tiempo que otro acolito “sahumereaba” a la mujer con inciensos y copal, la joven en un punto de aquel trance cayó arrodillada al tiempo que el hombre calvo le decía:
-Para poder contactar con mi padre debes de hacer un ritual en un lugar solitario y es necesario que le ofrezcas en sacrificio a una persona, debes hacer lo que dice en este libro que te voy a dar y una vez que mi maestro se presente ante ti, haces tu petición. Pero debe ser pronto ya que habrá luna llena y es el momento ideal.
Como pago debes de formar una congregación para adorar a nuestro maestro. Es todo – Dijo aquel hombre con solemnidad.
La chica de pronto se sintió mal y cayó desmayada. Despertó a un lado de la cubeta de desperdicios que cargaba todos los días. Extrañada por lo que creyó haber soñado y se dispuso a irse a su casa. Al llegar, el tío estaba encolerizado, al tiempo que le propinaba golpes con el cinturón le preguntaba que donde había pasado la noche y por qué había regresado hasta esa mañana. La joven no comprendía que sucedía y tan solo decía frases que no eran comprendidas por el hombre ya que estaba drogado, al punto que tomó a la joven y la condujo a su cuarto para ultrajarla, al terminar con su incalificable acto, salió a seguir tomando con los amigos que estaban en el patio. Rosalía se dirigió al cuarto toda golpeada y humillada; todavía sin comprender que había pasado. Llorando desconsoladamente se dirigió al chiquero para darles de comer a los cerdos, y al verter los desperdicios vio algo extraño. Era un libro que extrañamente estaba limpio, volteó para ver que nadie la observara y tomó el libro, se dirigió a su cuarto, ya en el; leyó todo lo que tenia que hacer. Pensó que la luna llena era en tres días y meditaba en que lugar llevaría a cabo la ofrenda. -Mataredonda, los aljibes abandonados -se repitió para si misma.
Era un lugar al que nadie iba y estaba lleno de maleza, ella lo conocía bien ya que a menudo pasaba por esos lugares para ir a la escuela. Un breve ápice de cordura le decía que no lo hiciera, iba a matar a alguien, pero al escuchar las risas burlonas y los comentarios obscenos acerca de lo ocurrido con ella, desvanecieron cualquier sentimiento de remordimiento. “Lo merece el maldito” -pensó Así que preparó todo y se dispuso a esperar.
El día llegó y sedujo al tío para la que la acompañara a dejar unas tareas que le habían encargado, era casi de noche y dirigiéndose a Mataredonda, la chica le platicaba que unas amigas le habían pasado una mariguana muy buena y que la había escondido en los aljibes abandonados, ella quería probar pero tenia miedo de quedarse dormida y le pidió al hombre que le enseñara a fumar; el cayó en la trampa y se dirigió junto con la joven a aquel lugar. Al llegar bajaron por una abertura que había en el techo de aquel depósito, era una escalera que conducía a un sótano y en el mismo había un hueco que llevaba a otro nivel abajo. El hombre entró primero alumbrando con una lámpara de petróleo y detrás de el iba Rosalía. Cuando llegaron al nivel mas profundo el hombre se percató que había una iluminación tenue en el lugar y pensó que había alguien por lo que gritó preguntando “¿Hay alguien?” Al no obtener respuesta se dirigió al fondo y vio unas veladoras prendidas, en un pequeño altar lleno de sangre y una estrella dibujada en el piso con un polvo amarillo, estaba lleno de animales muertos y apestaba, en la pared habían dibujados símbolos salomónicos hechos con sangre la cual estaba ya coagulada. Al ver esto el tipo sintió como se le erizaba la piel y cuando volteó para advertir a la chica, esta le propinaba un golpe en la cabeza y ya no supo más.
Rosalía Hernández, estaba arrodillada en el pentagrama hecho de azufre y copal, desnuda y con símbolos dibujados en su cuerpo, rezaba partes del libro que le habían dado, a un lado de ella estaba el tío noqueado, mas de pronto despertó y horrorizado vio que la joven se dirigía a el, antes de que el hombre pudiera emitir una palabra la mujer decía: -Tómame, hazme tuya. al tiempo que se recostaba sobre el pentagrama y abría sus piernas dejando ver su sexo.
El hombre no pudo resistirse a la tentación de tenerla desnuda frente a el y su lujuria pudo mas que su sentido de conservación así que se dispuso a cometer el inmoral acto, en el momento que el tipo alcanzaba el clímax sintió un agudo dolor en el vientre y al ver que sucedía. Vió con horror que le había clavado un cuchillo cebollero y lo rajo por la panza, el señor se levantaba horrorizado y llevaba sus manos al estomago para evitar que se salieran los intestinos, arrodillo frente a ella diciendo “ayúdame” Al decir esto la joven inexpresiva y con la mirada perdida le rebanaba el cuello haciéndole salir sangre a borbotones, la misma que hacia un charco sobre el piso, la mujer en el éxtasis del momento gritaba en una lengua extraña “Baphomet, Baphomet…” y de pronto de entre el charco de sangre surgió la figura de algo humanoide que se materializaba lentamente, al tiempo que se le escuchaba decir: “¿Que quieres de mi?” -He aquí que te ofrezco esta sangre para que me des riqueza -Dijo la joven envuelta en un trance. “Sea pues” De pronto la figura hecha de sangre implosionó salpicando todo el lugar y se hizo la total obscuridad.
Después de aquello, en Pueblo Viejo ya no supieron mas del hombre y su sobrina, decían que se habían ido con parientes de La Laja y otros que habían huido para hacerse amantes. Lo cierto es que desde que nos contó la historia y sabíamos de esa casa, y habíamos visto a esa señora rica varias veces, y decíamos que era la novia del diablo. Además de que nuestra curiosidad nos llevó a aventurarnos a las famosas “Catacumbas de Mataredonda” para comprobar esta leyenda contada por Don Serapio. Nunca encontramos nada, pero algo quedo en nuestros miedos y era la posibilidad de que en realidad todo lo anterior hubiera pasado.
—Relato contado por Serapio Jiménez (Q.E.P.D.)
Fuente: https://www.facebook.com/elrincondelmastuerzo
Escrita y Adaptada por Eduardo Liñán
Fue en la secundaria cuando un viejo llamado Don Serapio el cual vendía elotes fuera de la secundaria, nos contaba historias acerca de su juventud. Tratando afanosamente de enseñarnos sobre la vida. Nunca le pusimos mucha atención, ya que era un viejo borracho y medio loco. Hasta el día que nos contó una parte de su vida en donde formaba parte de un culto satánico, en el cual había contactado a un demonio para concederle todo lo que deseaba y que además sabía de una mujer que vivía cerca de la escuela que se había vuelto rica gracias a esta secta y que una vez trabajó para ella de mozo en donde aprendió de ella, la cual era sacerdotisa del maligno durante las noches de luna llena.
Su historia comienza a finales de los ochentas, el personaje de esta historia es Rosalía Hernández una joven de 16 años que vivía cerca de la laguna de pueblo viejo y cursaba la preparatoria, había llegado de una comunidad cerca de La Laja en Veracruz y estaba de arrimada con un tío político que frecuentemente abusaba de ella sexualmente y la mandaba a trabajar recolectando desperdicios entre los vecinos para alimentar a los puercos. Se pagaba la escuela gracias a un trabajo de ayudante de cocinera en un restaurante de mariscos en La Ribera. Siempre harapienta y sucia, despreciaba todo, su vida, su escuela, su trabajo pero más en particular a su tío, en el fondo la chica deseaba huir de todo, sin embargo no tenía medios y menos dinero ya que el poco que le quedaba le era arrebatado por el ominoso hombre. Cada noche que se disponía a dormir miraba a las estrellas pidiendo el mismo deseo: Que su vida diera un giro.
Un día, caminando con su cubeta llena de desperdicios se le acercó una joven bien vestida, con zapatos de piel escrupulosamente lustrados y un vestido floreado medio transparente que dejaba ver su esbelta figura, de cabellos negros y de unos ojos grandes con una sonrisa maliciosa, le hizo plática.
Ella le contaba que pertenecía a un grupo religioso que ayudaba a la gente a superarse. La joven tenia un acento extranjero y un don de convencimiento muy notable, tanto que persuadió a la chica de dejar la cubeta y dirigirse con ella al supuesto templo de adoración y conocer al maestro. Ambas subieron un Crown Victoria negro el cual era conducido por un hombre grande de aspecto siniestro y se dirigieron con rumbo de Tampico Alto. Antes de llegar al pueblo se metieron en una desviación que los llevaría a una brecha de terracería, la joven de pronto sintió miedo y desconfianza y una voz interior le indicaba que había cometido un error. Estaba a punto de pedir que la dejaran bajar del auto cuando llegaron a una casa en medio de la brecha, era de madera prefabricada con estilo americano. En el patio había mucha gente esperando entrar a la misma y cuando llegó el auto se apartaron para dejarlo pasar, estacionándose cerca del porche de la casa, las dos mujeres bajaron del auto y se dirigieron al interior.
Al entrar la joven Rosalía sintió escalofríos, el lugar estaba semiobscuro y era iluminado por unos sirios de todos tamaños, en la paredes había inscripciones en lenguajes extraños, simbología salomónica y runas, en los techos colgaban candelabros forjados con unos extraños dragones que sostenían unas veladoras. En el fondo estaba un altar con una mesa grande llena de velas, incienso y recipientes de cristal con un liquido carmesí, sobre la pared estaba montada una estatua enorme de Baphomet con dos enormes sirios negros y unos hombres con tunica y encapuchados haciendo una especie de adoración. Al darse cuenta que estaba parada sobre un pentagrama labrado en la madera del piso, su instinto de conservación hizo que pegara un brinco y salir corriendo por donde entró, al voltearse para huir se topó con la figura de un hombre calvo, vestía una túnica negra con motivos rojos y una estola bordada con símbolos paganos.
La chica retrocedió y abrió los ojos con un gesto de terror y antes de que pudiera pegar un grito el hombre le decía:
-Se por que estas aquí Rosalía, yo se que es lo que más deseas. La chica al escuchar esto solo hizo un gesto de asombro y se dispuso a escuchar al hombre. -Yo te ofrezco la solución a todos tus problemas, se que sufres por las noches y le pides a alguien que te ayude, mi padre ha escuchado tus ruegos y estoy dispuesto a ayudarte, solo tienes que darme algo a cambio y mi maestro te concederá lo que le pidas.
-¿Mi alma?- Preguntó con miedo Rosalía -Claro que no amor, el alma es algo relativo y no nos sirve, para poder llamar a mi padre es necesario que hagas un sacrificio, y el atenderá tus súplicas, pero antes debes de ser iniciada en nuestra congregación – Dijo el hombre. La joven asintió y con un ápice de esperanza le dijo: -Estoy dispuesta a hacer lo que me pida Ya entrada la noche y dentro de la casa, se habían reunido varias personas en túnicas y capuchas alrededor del pentagrama, hacían oraciones en lenguajes extraños. La joven estaba en medio de ese circulo, desnuda y con los brazos extendidos. El maestro calvo estaba al pie de altar con una cabra viva en el, haciendo oraciones y preparaciones con aceites los cuales eran vertidos a una daga de marfil labrado. Al finalizar los rezos, apuñaló al animal en el corazón y la sangre comenzó a brotar a borbotones, el hombre llenaba una especie de cáliz, acto seguido se dispuso a cubrir con esta sangre a la chica, al tiempo que otro acolito “sahumereaba” a la mujer con inciensos y copal, la joven en un punto de aquel trance cayó arrodillada al tiempo que el hombre calvo le decía:
-Para poder contactar con mi padre debes de hacer un ritual en un lugar solitario y es necesario que le ofrezcas en sacrificio a una persona, debes hacer lo que dice en este libro que te voy a dar y una vez que mi maestro se presente ante ti, haces tu petición. Pero debe ser pronto ya que habrá luna llena y es el momento ideal.
Como pago debes de formar una congregación para adorar a nuestro maestro. Es todo – Dijo aquel hombre con solemnidad.
La chica de pronto se sintió mal y cayó desmayada. Despertó a un lado de la cubeta de desperdicios que cargaba todos los días. Extrañada por lo que creyó haber soñado y se dispuso a irse a su casa. Al llegar, el tío estaba encolerizado, al tiempo que le propinaba golpes con el cinturón le preguntaba que donde había pasado la noche y por qué había regresado hasta esa mañana. La joven no comprendía que sucedía y tan solo decía frases que no eran comprendidas por el hombre ya que estaba drogado, al punto que tomó a la joven y la condujo a su cuarto para ultrajarla, al terminar con su incalificable acto, salió a seguir tomando con los amigos que estaban en el patio. Rosalía se dirigió al cuarto toda golpeada y humillada; todavía sin comprender que había pasado. Llorando desconsoladamente se dirigió al chiquero para darles de comer a los cerdos, y al verter los desperdicios vio algo extraño. Era un libro que extrañamente estaba limpio, volteó para ver que nadie la observara y tomó el libro, se dirigió a su cuarto, ya en el; leyó todo lo que tenia que hacer. Pensó que la luna llena era en tres días y meditaba en que lugar llevaría a cabo la ofrenda. -Mataredonda, los aljibes abandonados -se repitió para si misma.
Era un lugar al que nadie iba y estaba lleno de maleza, ella lo conocía bien ya que a menudo pasaba por esos lugares para ir a la escuela. Un breve ápice de cordura le decía que no lo hiciera, iba a matar a alguien, pero al escuchar las risas burlonas y los comentarios obscenos acerca de lo ocurrido con ella, desvanecieron cualquier sentimiento de remordimiento. “Lo merece el maldito” -pensó Así que preparó todo y se dispuso a esperar.
El día llegó y sedujo al tío para la que la acompañara a dejar unas tareas que le habían encargado, era casi de noche y dirigiéndose a Mataredonda, la chica le platicaba que unas amigas le habían pasado una mariguana muy buena y que la había escondido en los aljibes abandonados, ella quería probar pero tenia miedo de quedarse dormida y le pidió al hombre que le enseñara a fumar; el cayó en la trampa y se dirigió junto con la joven a aquel lugar. Al llegar bajaron por una abertura que había en el techo de aquel depósito, era una escalera que conducía a un sótano y en el mismo había un hueco que llevaba a otro nivel abajo. El hombre entró primero alumbrando con una lámpara de petróleo y detrás de el iba Rosalía. Cuando llegaron al nivel mas profundo el hombre se percató que había una iluminación tenue en el lugar y pensó que había alguien por lo que gritó preguntando “¿Hay alguien?” Al no obtener respuesta se dirigió al fondo y vio unas veladoras prendidas, en un pequeño altar lleno de sangre y una estrella dibujada en el piso con un polvo amarillo, estaba lleno de animales muertos y apestaba, en la pared habían dibujados símbolos salomónicos hechos con sangre la cual estaba ya coagulada. Al ver esto el tipo sintió como se le erizaba la piel y cuando volteó para advertir a la chica, esta le propinaba un golpe en la cabeza y ya no supo más.
Rosalía Hernández, estaba arrodillada en el pentagrama hecho de azufre y copal, desnuda y con símbolos dibujados en su cuerpo, rezaba partes del libro que le habían dado, a un lado de ella estaba el tío noqueado, mas de pronto despertó y horrorizado vio que la joven se dirigía a el, antes de que el hombre pudiera emitir una palabra la mujer decía: -Tómame, hazme tuya. al tiempo que se recostaba sobre el pentagrama y abría sus piernas dejando ver su sexo.
El hombre no pudo resistirse a la tentación de tenerla desnuda frente a el y su lujuria pudo mas que su sentido de conservación así que se dispuso a cometer el inmoral acto, en el momento que el tipo alcanzaba el clímax sintió un agudo dolor en el vientre y al ver que sucedía. Vió con horror que le había clavado un cuchillo cebollero y lo rajo por la panza, el señor se levantaba horrorizado y llevaba sus manos al estomago para evitar que se salieran los intestinos, arrodillo frente a ella diciendo “ayúdame” Al decir esto la joven inexpresiva y con la mirada perdida le rebanaba el cuello haciéndole salir sangre a borbotones, la misma que hacia un charco sobre el piso, la mujer en el éxtasis del momento gritaba en una lengua extraña “Baphomet, Baphomet…” y de pronto de entre el charco de sangre surgió la figura de algo humanoide que se materializaba lentamente, al tiempo que se le escuchaba decir: “¿Que quieres de mi?” -He aquí que te ofrezco esta sangre para que me des riqueza -Dijo la joven envuelta en un trance. “Sea pues” De pronto la figura hecha de sangre implosionó salpicando todo el lugar y se hizo la total obscuridad.
Después de aquello, en Pueblo Viejo ya no supieron mas del hombre y su sobrina, decían que se habían ido con parientes de La Laja y otros que habían huido para hacerse amantes. Lo cierto es que desde que nos contó la historia y sabíamos de esa casa, y habíamos visto a esa señora rica varias veces, y decíamos que era la novia del diablo. Además de que nuestra curiosidad nos llevó a aventurarnos a las famosas “Catacumbas de Mataredonda” para comprobar esta leyenda contada por Don Serapio. Nunca encontramos nada, pero algo quedo en nuestros miedos y era la posibilidad de que en realidad todo lo anterior hubiera pasado.
—Relato contado por Serapio Jiménez (Q.E.P.D.)
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