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domingo, 29 de octubre de 2017

leyendas de Tecozautla, hidalgo

LAS BRUJAS…

Historia 9 Relato basado en una leyenda de Tecozautla, Hidalgo

Escrita y Adaptada por Eduardo Liñán. Versión compilada del libro “Brujas de leyenda” de Eduardo Liñán Tecozautla

Es un pueblo mágico situado en el estado de Hidalgo, rodeado de balnearios de aguas termales y un geiser único en México. Es un lugar agradable a los sentidos en donde te sumerges por callejuelas empedradas y añejas construcciones coloniales hechas de cantera y tejas; rodeadas de jardines floridos y aromáticos. Cerca de este pueblo se levanta el mítico cerro de las serpientes o cerro Coatepec, lugar de leyendas desde tiempos prehispánicos.

Ya que se dice que la diosa Coatlicue dio a luz a Huitzilopochtli en este lugar y donde se dio la épica batalla del dios en contra de su hermana Coyolxauhqui y los Centzon Huitznáhua (los 400 sureños) hijos de Coatlicue. Que furiosos por el nacimiento del Dios, urdieron un plan para matar a Huitzilopochtli en cuanto naciera, pero este al nacer tomo la mítica espada Xiuhcóatl, los venció a todos y arrojó a su hermana desde el cerro, quedando desmembrada en las laderas del cerro y dando paso a una de las leyendas mas increíbles de la mitología mexica.

El cerro se ve a lo lejos y se erige en medio de pueblos antiguos del estado de Hidalgo y es de los lugareños de Tecozautla en su mayoría dedicados a la tierra, que afirman que en las noches de luna llena y cielos estrellados se pueden ver unas extrañas bolas de fuego a lo lejos en las inmediaciones de los cerros que rodean el valle del mezquita!, El San Miguel, Colorado, Sanabria y Cerrito Blanco. Se dice que a veces es común ver a estas peculiares apariciones volar y detenerse durante un largo rato en la punta de los cerros. La gente asegura que son brujas practicando una peculiar danza pagana en honor a su protector Satanás. Alistándose parar merodear por la zona en busca de niños pequeños o sus preferidos: los recién nacidos no bautizados; cuentan que también en la región se presentan épocas en las que sequías y calamidades agobian a todos los pobladores y lo relacionan con hechizos negros impuestos por las brujas con fines no determinados.

De ahí que se formó una leyenda fascinante sobre las apariciones de brujas Cierta noche de luna un humilde campesino viajaba a través del Cerro Colorado a lomo de caballo y cobijado por el cielo estrellado, como la luz era clara, iluminaba perfectamente el camino, así que no necesitó de linternas o antorchas, para andar por aquellos caminos empedrados y agrestes. Sin embargo llegó a un punto en la vereda en que las nubes comenzaron a cerrarse e invadieron el cielo en instantes, cubriendo a la luna y obscureciendo todo el valle. El viento helado que venía del norte empezó a silbar por entre los matorrales que se movían furiosos y hacían ruidos siniestros que pusieron en alerta al jinete. El frío comenzó a calarle en los huesos y temblaba. Espueleó al caballo y apretó el paso para llegar pronto a su jacal. Casi llegaba al final de una ladera para tomar un camino principal que lo llevaría a su pueblo. De pronto e intempestivamente salió de un barranco una gran bola de fuego que paso rasante sobre el jinete, haciendo un ruido como tronidos de leña cuando se quema. El caballo se asustó y se paró en sus cuartos traseros, espantado y relinchando. El movimiento hizo que el jornalero cayera de espaldas sobre el camino y vió con temor que el jamelgo huía despavorido por el camino oscuro, perdiéndose de vista. Temeroso y sin saber que hacer, el hombre corrió asustando tratando de alcanzar al caballo, pero la oscuridad lo hizo detenerse, por que no quería caer en un barranco, romperse una pierna o morir. Temblando de frío se abrazó a si mismo y cerró su chamarra para tratar de entrar en calor y caminó lentamente por la vereda. Si era cuidadoso saldría bien librado de ahí. Pensó en la bola de fuego pero vio que todo estaba en calma, solo le calaba el frío y la oscuridad. Caminó unos pasos y a lo lejos vio algo extraño: eran unas luces extrañas que parecían fuego. Pensando que quizás era una bruja, se acercó con cautela y vio surgir de entre un matorral a una hermosa mujer; estaba desnuda y tenia un rostro incomparable.

Al caminar lo hacia con delicadeza y estaba rodeada de un fuego que parecía salirle de la piel. Embelezado con la belleza de la mujer, caminó lentamente para encontrarse con ella, al acercarse escuchó en su mente que cantaba una canción en náhuatl que lo hipnotizó. Cuando estuvo cerca, alzó su mano para tocarle el rostro, mas de pronto el fuego que la cubría se apagó y se transformó en decenas de serpientes que comenzaron a invadir el lugar; en medio de aquella confusión y paralizado por el terror que le causó ver a las serpientes, sintió como una mano le apretaba el cuello y sus piernas se doblaron, cayendo desmayádo íá fría piel de las serpientes cubrir su cuerpo. Al despertar, el campesino estaba ido, se dió cuenta que estaba sentado en la punta de una gran roca a kilómetros de donde cayó, estaba en un cerro lejano que no conocía, su cabeza estaba a punto de estallar y vio con preocupación que estaba semidesnudo y con el cuerpo lleno de moretones y rasguños, tenia rastros de sangre coagulada que se le había quedado pegada en todo el rostro. Sin encontrarle explicación a su estado y sin memoria, empezó a caminar confundido e intentó ubicarse en donde estaba.
Después de mucho rato de caminar, se dio cuenta que no salía de aquel lugar, andaba en círculos. Era imposible, no había árboles para poder perderse. En cambio se veía la llanura semidesértica del valle. No entendía como no lograba avanzar o salir de ese cerro. Al final del día cayó exhausto, sus pies llenos de ampollas le pidieron un poco de clemencia y se quedó dormido en un sueño profundo por el cansancio. Al despertar a la mañana siguiente, estaba acostado en la misma roca que el día anterior; desnudo, con hambre, sed y lleno de heridas. Sin saber que hacer, tan solo se quedó tirado en aquella roca esperando su destino. En el pueblo donde vivía; la gente decía que el jornalero había desaparecido sin dejar rastro, se lo había tragado la tierra, nadie, ni siquiera su familia sabían de el. Su caballo había regresado solo a su jacal pero de él ninguna señal. Pasaron los días y se hicieron búsquedas en los lugares vecinos, hasta que una tarde un compadre del campesino regresaba de trabajar, venia de Chapantongo y vio a lo lejos en el cerro de Coatepec una extraña formación rocosa que no había visto antes. El pasaba regularmente por ahí. Subió por una ladera del cerro y llegó a una gran roca que sobresalía del terreno; sobre ella había unas rocas que parecían estar apiladas unas sobre otras. El hombre palideció cuando vio de qué se trataba. Era su compadre, estaba hecho piedra, su cuerpo eran rocas que asemejaban su torso y extremidades y sobre él una roca que tenia las facciones del jornalero, por un lado de la roca vio algunos objetos que al revisarlos se dio cuenta que eran de su compadre, eso despejó todas sus dudas y un escalofrío le recorrió el espinazo. Al acercarse para tocar aquel extraño monumento, las rocas comenzaron a caer por todos lados y la cabeza rodó por el suelo hasta caer por la ladera y se hizo pedazos. El hombre salió despavorido y galopando en su caballo, al llegar al pueblo contó lo que había visto y la gente no le creyó, pero estaba tan asustado que terminaron por creer su versión. Después de aquel acontecimiento comenzó a circular una leyenda sobre el campesino y su infortunio, decían que había sido víctima de un cruel maleficio y que su alma aun vagaba por el cerro, en el que de tanto en tanto se podían observar a lo lejos bolas de fuego, subir y bajar, de un lado a otro, rasantes por la llanura y volar por los cielos de Tecozautla, provocando la zozobra y el terror de los lugareños, que al caer la noche se encerraban en sus casas y resguardaban a sus pequeños hijos.

Eduardo Liñán
Elrincondelmastuerzo

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