DOLIENTE
Relato basado en una historia familiar de Silvia R.
Escrita y Adaptada por Eduardo Liñán
Este relato ocurre alrededor del año 1858, mi bisabuela materna (Q.E.P.D) tendría unos 14 años en esa época, su nombre era Anastasia y como era costumbre en esos tiempos ya la habían apalabrado para casarse con un hombre mayor que ella en cuanto cumpliera 15, El hombre era un latifundista muy influyente en la huasteca y dueño de grandes extensiones de terreno en Pánuco; le había dado una gran dote a mi bisabuela que consistía en varias hectáreas de terreno. Ella vivía en Tula, Tamaulipas con su familia y en aquel entonces solo existía una calle principal en el pueblo, y tenían su casa en las orillas.

En cierta ocasión la madrina de ella, le llamo para que fuera por una ropa de cama que le regalaría como regalo de bodas. La señora vivía en la calle principal, así que fue y como era costumbre comenzaron a bordar las sabanas y fundas nupciales, al igual que los camisones. Aun no terminaban cuando les cayó la noche, la madrina le pidió que se quedara a dormir con ella, para que no se fuera sola en la obscuridad hasta su casa que estaba algo retirada.
Sin mayor problema ambas se fueron a dormir y al llegar la media noche mi bisabuela se despierta alterada después de un mal sueño. Sintió la necesidad de tomar agua de un jarro que tenia a un lado y de pronto la escucho. Era un lamento, una voz femenina se quejaba dolorosamente emitiendo un largo lamento que hizo que se le erizara la piel, tuvo el impulso de abrir la ventana de madera y asomarse, pero un nuevo grito la hizo temblar de miedo. Corrió entonces a la habitación de la madrina y la encontró sentada en la cama con el rostro pálido y con un gesto de temor
-¿La escucho, verdad? – le preguntó mi bisabuela
-Si mija, es la llorona. Anda lamentándose como casi todas las noches, recorre toda la calle hasta la casa grande con sus gritos de dolor, pidiendo que se apiaden de ella y así esta toda la madrugada. -le dijo la madrina con una voz temblorosa.
Mi bisabuela a pesar de su temor, era muy curiosa e intrépida, había escuchado de los rumores de la llorona pero por donde vivía nunca logró oir ni ver nada. Dejó a la madrina dormida y se dirigió a la puerta, su idea era esperar a que la llorona regresara, cerró sus ojos por que según la leyenda no debía verla de frente y se quedó parada en medio de la calle. Después de un rato y casi cuando se iba a retirar la pudo escuchar de nuevo, sus gritos se hacían cada vez más cortos y tenues, cuando sintió un aire helado junto a ella, la piel se le erizó y lo supo de inmediato, la llorona estaba parada junto a ella.
– Porque lloras ánima, ¿Cuál es tu pena? le preguntó mi bisabuela con sus ojos cerrados fuertemente.
Después de un largo rato, la bisabuela comenzó a sentir más frio y de pronto una voz lastimera le respondió:
“Ayyyyyy de miiiiiii, no puedo ser perdonada. Anda con mi padre y dile que perdone mis pecados, que tiene que ser sepultado vivo y durar sol y noche, ahí en mi tumba o que busquen los cabellos del último de mis críos y les den cristiana sepultura…”
Mi bisabuela estaba pasmada y comenzó a llorar por el miedo de escuchar aquella voz de ultratumba, apretó los puños y le preguntó al espíritu de la doliente.
-¿Dónde está tu hijo llorona?
“Búscalos, eran tres mis niños, los tiré en los chiqueros de la casa grande…”
Enseguida de esto, el calor comenzó a regresar al cuerpo de Anastasia. Sintió la brisa de la noche pegarle en el rostro y lentamente abrió los ojos, la doliente se había retirado. Con pasos lentos y completamente ida, entró a la casa y luego a la habitación donde se sentó en la cama y no pudo dormir del susto. A la mañana siguiente los padres de ella llegaron a buscarla y la madrina ya los esperaba, platicándoles lo sucedido, abrieron sus ojos con sorpresa y corrieron al cuarto donde mi bisabuela tenia la mirada fija en el horizonte. Le empezó a contar todo lo que el ánima le había dicho. Entonces decidieron ir a la casa grande y hablar con los señores que vivían ahí, que se suponían habían sido los padres de la llorona.
Después de contar la historia a los ancianos, rompieron en llanto, nunca se imaginaron que la llorona que todos los días escuchaban afuera de su casa fuera en realidad su propia hija. Luego de que se calmaran, la señora sirvió café de olla en pocillos de barro y ofreció pan a todos los presentes, entonces el señor comenzó a contar la triste historia de su hija.
Ellos eran acomodados y su hija había sido única, le habían cumplido todos sus caprichos y a raíz de eso la joven se volvió rebelde y promiscua, la gente murmuraba que era un pecadora indecente, pero ellos en su soberbia no creían o no querían escuchar la terrible verdad, para ellos su hija era perfecta, nunca le conocieron a un novio y aparentemente todo eran chismes envidiosos de la gente. Sin embargo un día murió de una rara infección y en medio de fiebres incontrolables. Su funeral fue ostentoso, la vistieron de blanco y cubierta con una corona de flores, hicieron misas para ofrecer su alma al señor, pues ellos decían que su hija era inocente y pura, fue entonces que la pasearon por todo el pueblo en una gran carroza para acallar los chismes. Pero la realidad era otra.
La joven acostumbraba a tener amoríos con varios hombres, solteros o casados no le importaba mientras saciaran su lujuria y concupiscencia, de forma lasciva tenia sexo con cuanto hombre le agradara, por esa razón se embarazó varias veces y para disimular se fajaba con vendas apretadas que impedían el desarrollo del feto y cuando tenía suerte abortaba; pero cuando tenía a las criaturas estas nacían deformes. Para deshacerse de los bebés, los arrojaba aun vivos a los cerdos para que los devoraran y no dejaran ninguna evidencia de sus pecados.
Todos escucharon la triste y atroz historia de la joven, sintieron lastima y horror al saber los motivos y la forma cruel de como se deshacían de los niños. Mi bisabuela Anastasia, con la esperanza de encontrar los restos de los infantes, se dio una vuelta por los chiqueros, sin éxito. Al retirarse todos de aquella casa, pensaron que los ancianos pagaban su propia penitencia en vida.
Después de aquel horrible episodio, mi bisabuela se casó y se fue a vivir a Pánuco, en donde vivió hasta su muerte, tuvo 10 hijos , uno de ellos mi abuela Ernestina regresó a Tula durante un tiempo en los años 80s y juro que aun se podían escuchar los lamentos de la llorona en la ciudad. Pensando que quizás el tormento de la joven durara por toda la eternidad.
Autor ~Eduardo Liñán
Relato basado en una historia familiar de Silvia R.
Escrita y Adaptada por Eduardo Liñán
Este relato ocurre alrededor del año 1858, mi bisabuela materna (Q.E.P.D) tendría unos 14 años en esa época, su nombre era Anastasia y como era costumbre en esos tiempos ya la habían apalabrado para casarse con un hombre mayor que ella en cuanto cumpliera 15, El hombre era un latifundista muy influyente en la huasteca y dueño de grandes extensiones de terreno en Pánuco; le había dado una gran dote a mi bisabuela que consistía en varias hectáreas de terreno. Ella vivía en Tula, Tamaulipas con su familia y en aquel entonces solo existía una calle principal en el pueblo, y tenían su casa en las orillas.
En cierta ocasión la madrina de ella, le llamo para que fuera por una ropa de cama que le regalaría como regalo de bodas. La señora vivía en la calle principal, así que fue y como era costumbre comenzaron a bordar las sabanas y fundas nupciales, al igual que los camisones. Aun no terminaban cuando les cayó la noche, la madrina le pidió que se quedara a dormir con ella, para que no se fuera sola en la obscuridad hasta su casa que estaba algo retirada.
Sin mayor problema ambas se fueron a dormir y al llegar la media noche mi bisabuela se despierta alterada después de un mal sueño. Sintió la necesidad de tomar agua de un jarro que tenia a un lado y de pronto la escucho. Era un lamento, una voz femenina se quejaba dolorosamente emitiendo un largo lamento que hizo que se le erizara la piel, tuvo el impulso de abrir la ventana de madera y asomarse, pero un nuevo grito la hizo temblar de miedo. Corrió entonces a la habitación de la madrina y la encontró sentada en la cama con el rostro pálido y con un gesto de temor
-¿La escucho, verdad? – le preguntó mi bisabuela
-Si mija, es la llorona. Anda lamentándose como casi todas las noches, recorre toda la calle hasta la casa grande con sus gritos de dolor, pidiendo que se apiaden de ella y así esta toda la madrugada. -le dijo la madrina con una voz temblorosa.
Mi bisabuela a pesar de su temor, era muy curiosa e intrépida, había escuchado de los rumores de la llorona pero por donde vivía nunca logró oir ni ver nada. Dejó a la madrina dormida y se dirigió a la puerta, su idea era esperar a que la llorona regresara, cerró sus ojos por que según la leyenda no debía verla de frente y se quedó parada en medio de la calle. Después de un rato y casi cuando se iba a retirar la pudo escuchar de nuevo, sus gritos se hacían cada vez más cortos y tenues, cuando sintió un aire helado junto a ella, la piel se le erizó y lo supo de inmediato, la llorona estaba parada junto a ella.
– Porque lloras ánima, ¿Cuál es tu pena? le preguntó mi bisabuela con sus ojos cerrados fuertemente.
Después de un largo rato, la bisabuela comenzó a sentir más frio y de pronto una voz lastimera le respondió:
“Ayyyyyy de miiiiiii, no puedo ser perdonada. Anda con mi padre y dile que perdone mis pecados, que tiene que ser sepultado vivo y durar sol y noche, ahí en mi tumba o que busquen los cabellos del último de mis críos y les den cristiana sepultura…”
Mi bisabuela estaba pasmada y comenzó a llorar por el miedo de escuchar aquella voz de ultratumba, apretó los puños y le preguntó al espíritu de la doliente.
-¿Dónde está tu hijo llorona?
“Búscalos, eran tres mis niños, los tiré en los chiqueros de la casa grande…”
Enseguida de esto, el calor comenzó a regresar al cuerpo de Anastasia. Sintió la brisa de la noche pegarle en el rostro y lentamente abrió los ojos, la doliente se había retirado. Con pasos lentos y completamente ida, entró a la casa y luego a la habitación donde se sentó en la cama y no pudo dormir del susto. A la mañana siguiente los padres de ella llegaron a buscarla y la madrina ya los esperaba, platicándoles lo sucedido, abrieron sus ojos con sorpresa y corrieron al cuarto donde mi bisabuela tenia la mirada fija en el horizonte. Le empezó a contar todo lo que el ánima le había dicho. Entonces decidieron ir a la casa grande y hablar con los señores que vivían ahí, que se suponían habían sido los padres de la llorona.
Después de contar la historia a los ancianos, rompieron en llanto, nunca se imaginaron que la llorona que todos los días escuchaban afuera de su casa fuera en realidad su propia hija. Luego de que se calmaran, la señora sirvió café de olla en pocillos de barro y ofreció pan a todos los presentes, entonces el señor comenzó a contar la triste historia de su hija.
Ellos eran acomodados y su hija había sido única, le habían cumplido todos sus caprichos y a raíz de eso la joven se volvió rebelde y promiscua, la gente murmuraba que era un pecadora indecente, pero ellos en su soberbia no creían o no querían escuchar la terrible verdad, para ellos su hija era perfecta, nunca le conocieron a un novio y aparentemente todo eran chismes envidiosos de la gente. Sin embargo un día murió de una rara infección y en medio de fiebres incontrolables. Su funeral fue ostentoso, la vistieron de blanco y cubierta con una corona de flores, hicieron misas para ofrecer su alma al señor, pues ellos decían que su hija era inocente y pura, fue entonces que la pasearon por todo el pueblo en una gran carroza para acallar los chismes. Pero la realidad era otra.
La joven acostumbraba a tener amoríos con varios hombres, solteros o casados no le importaba mientras saciaran su lujuria y concupiscencia, de forma lasciva tenia sexo con cuanto hombre le agradara, por esa razón se embarazó varias veces y para disimular se fajaba con vendas apretadas que impedían el desarrollo del feto y cuando tenía suerte abortaba; pero cuando tenía a las criaturas estas nacían deformes. Para deshacerse de los bebés, los arrojaba aun vivos a los cerdos para que los devoraran y no dejaran ninguna evidencia de sus pecados.
Todos escucharon la triste y atroz historia de la joven, sintieron lastima y horror al saber los motivos y la forma cruel de como se deshacían de los niños. Mi bisabuela Anastasia, con la esperanza de encontrar los restos de los infantes, se dio una vuelta por los chiqueros, sin éxito. Al retirarse todos de aquella casa, pensaron que los ancianos pagaban su propia penitencia en vida.
Después de aquel horrible episodio, mi bisabuela se casó y se fue a vivir a Pánuco, en donde vivió hasta su muerte, tuvo 10 hijos , uno de ellos mi abuela Ernestina regresó a Tula durante un tiempo en los años 80s y juro que aun se podían escuchar los lamentos de la llorona en la ciudad. Pensando que quizás el tormento de la joven durara por toda la eternidad.
Autor ~Eduardo Liñán
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